Por Odda Schumann
paramatarlapoesía.com
No importa lo que signifique o lo que sea para lo que haya sido creado. En el fondo, solo es lo que me plazca, como esos diez o doce tipos de abajo, todos apuntando para delante, y que decidí que son astronautas terrenales de clase B y que uno a uno van a ir a esconderse en el cuartito. Lo sé porque lo estoy recordando, claro. Pero lo recuerdo pensando en que eso ya pasó, lo que no sería estrictamente un recuerdo sino un delirio consecuente de otro.
Y es más o menos así: el número tres y el siete (están numerados de derecha a izquierda y de abajo hacia arriba) van a entrar a fumar. El siete es hombre, así que va a tirar la colilla dentro. El número ocho, mujer de pocos inviernos, se va a sentar para pintarse las uñas de los pies. El uno va a vomitar (siempre toma cuando viaja para matar el tiempo); en todo caso, va a salpicar la tapa. El nueve la va a limpiar y se va a ir sin poder hacer lo suyo.
El número dos, mujer de poco pelo y tatuajes, va a poner la pata encima mientras marca las cuatro o cinco poses rutinarias frente al espejo. El cinco y el seis recién se conocieron y van a continuar uno encima del otro, con la tapa baja. El diez va a pisar el pedal para que se vaya el contenido que guarda ese olor desagradable y luego también va a vomitar, parte dentro y parte contra el espejo.
Y el cuatro va a entrar y a volver a salir del mismo modo, en cada lapso, sin intención de hacer nada más que confirmar lo que hizo el anterior y anotar vagamente el acontecimiento central.
Luego, en medio de la noche y trabando silenciosamente la puerta con el cerrojo, va a pulir de limpieza la tabla para sentar su culo desnudo y escribir esta historia en agradecimiento a la primera palabra en inglés que jamás haya empleado en una oración.